Desde la década de los 80 las mujeres se han ido incorporando al mercado laboral en España, con una fuerte voluntad de ser activas y protagonistas en sus propias vidas. Según un reciente estudio, su tasa de actividad es un 40% mayor que en 1987. Una cifra alentadora, en consonancia con el cambio de mentalidades de nuestra sociedad moderna.
Pero todavía quedan desigualdades laborales persistentes, así como disparidades de salarios entre mujeres y hombres a puesto equivalente y existe, aunque cada vez menos, la idea de que hay oficios femeninos y masculinos, indistintamente. A modo de ejemplo, algunas profesiones como las de arquitecto, notario o ingeniero suelen ser más masculinas que femeninas. Sin embargo, muchas mujeres tienen las cualificaciones requeridas para ejercitar y ocupar esos puestos de responsabilidad. Así, muchas iniciativas y asociaciones luchan por la igualdad.
Una situación que se refleja en el trabajo del administrador de fincas sabiendo que, al inicio, la proporción de mujeres era casi insignificante. Un mundo de hombres en el que varias mujeres supieron integrarse perfectamente, mostrando su mentalidad, su compromiso y capacidad de gestión. Pero abrir un despacho, buscar clientes y encontrar colaboradores de confianza las resultaba todavía más difícil que a los hombres, ya que tenían que probar todavía más sus cualidades. No obstante, en la actualidad parece que la situación ha modificado y cada vez hay más administradoras de fincas al corriente de sus propios despachos.
La cuestión de genero no debería frenar ni obstaculizar las grandes ambiciones y las numerosas posibilidades laborales que existen en el mercado para las mujeres. En un mundo que se encuentra en plena transición, tenemos que ver más allá de estas cuestiones de género, edad o discapacidad, ya que la eficiencia y la fuerza de voluntad no residen en estos criterios.